A ver, querida, si algo nos ha enseñado esta vida moderna es que hay etiquetas para todo. Y cuando digo todo, ¡es todo! Desde lo que comes hasta cómo amas. Pero hoy venimos a hablar de una etiqueta en particular: la «hetero-curiosidad». ¿Te suena? Seguro has escuchado a alguien decir: “No, es que yo soy hetero-curioso.” O sea, lo que viene siendo que se siente atraído por personas del mismo sexo, pero sin lanzarse a llamarse bisexual o gay. Es como probar una nueva serie en Netflix: estás ahí viendo un par de episodios, pero no te comprometes a maratonear.
Ahora, ¿qué pasa con esa etiqueta? ¿Es realmente una curiosidad pasajera o hay algo más profundo ahí? ¡Vamos a echarle un vistazo!
¿Realmente existe eso de ser «hetero-curioso»?
Te lo digo desde ya: para mí, eso de la «hetero-curiosidad» es como el horóscopo de la amistad: está ahí, pero al final del día todos sabemos que lo importante es lo que sientes. Si alguien siente atracción por personas del mismo sexo, cariño, ya no estamos hablando solo de curiosidad, ¿no crees? Es como cuando dices que «solo vas a mirar» en Zara y sales con dos bolsas… ¡Alguien aquí no está siendo del todo honesto!
Me acuerdo de una vez que hablé con un chico que se autodenominaba hetero-curioso, y yo en plan: “Cariño, lo de la curiosidad está bien, pero… si te gusta, te gusta. No hay por qué ponerle una etiqueta tan tímida.” Es como llamar a Ryan Gosling solo «bonito». ¡No, señor! Es espectacular. Así que, si sientes algo, lo más probable es que seas bisexual, gay o cualquier otra cosa, y eso está de lujo. Lo importante aquí es ser honestos con nosotras mismas. ¡Nada de andar escondiendo los sentimientos debajo de la alfombra!
La eterna indecisión: ¿Soy bi, soy gay o soy lo que sea?
Aquí viene lo jugoso del asunto: mucha gente usa la etiqueta de «hetero-curioso» porque, y esto es un secreto a voces, no quieren enfrentarse a la palabra bisexual o gay. ¿Por qué? Pues ya sabemos: el miedo a lo que los demás piensen, la presión de la sociedad, o simplemente no querer salir del armario del todo. Es como cuando dices que solo vas a comer una galleta y terminas con el paquete vacío. Hay algo ahí, pero no quieres admitirlo del todo.
Es totalmente normal no saber qué etiqueta ponerte al principio. Nadie sale del armario con un manual de instrucciones (aunque oye, ¡sería de ayuda!). Pero, al final del día, lo importante es ser sincero. Si te gustan tanto los chicos como las chicas, o solo los chicos, pues ¡a por ello!
La familia, la sociedad y el drama innecesario
Aquí viene la parte pesada: la sociedad y la familia pueden enredarnos como si esto fuera una telenovela mexicana. Desde pequeños nos han enseñado que lo «normal» es ser heterosexual. Todo lo demás es como si fuese ese postre raro que nadie pide, pero que igual está en el menú. Y claro, cuando nos enfrentamos a la posibilidad de que nos guste alguien del mismo sexo, ¡zas! Viene el pánico escénico.
Si creciste en un ambiente más conservador, puede que sea difícil aceptar que te gustan las personas del mismo sexo. Como cuando tratas de encajar en esos jeans viejos que te quedaban genial hace años… pero la verdad es que ya no son tu talla. Lo importante aquí es quitarte ese peso de encima. A nadie le debería importar a quién amas, mientras seas feliz.
¿Curiosidad o pura negación?
Ahora, si alguien sigue insistiendo en que es solo «curiosidad», amiga, aquí es donde empezamos a sospechar, como cuando tu ex te decía que solo era «una amiga». Si alguien tiene fantasías o constantes encuentros con personas del mismo sexo, ya no estamos hablando de una fase, sino de algo más profundo.
Es como cuando te preguntan si quieres un postre y dices «solo una cucharada». Sabes que eso no va a quedar en una sola cucharada. ¡Vamos!
¿Heteroflexibilidad? Otra etiqueta más para la colección
Y ahora llega otro término que está de moda: heteroflexible. Básicamente, eres heterosexual, pero de vez en cuando te lanzas a probar con personas del mismo sexo, como quien prueba sushi por primera vez. Si eso te funciona, ¡estupendo! Pero, seamos sinceras, a veces parece una forma de no admitir que quizás te gustan más cosas de las que estás dispuesta a confesar. Es como tener un helado de chocolate y decir que no te gusta el dulce. ¡Amiga, a quién engañamos!
La clave: ser sincero contigo mismo (y evitar la crisis existencial)
Lo más importante, y esto te lo digo de corazón, es que te sientas bien con lo que sientes. No hay nada peor que vivir escondiéndote detrás de etiquetas que no te representan. Ser gay, bisexual, heteroflexible o lo que sea que te guste no debería ser motivo de vergüenza o confusión. ¡Abraza lo que eres!
Es normal tener miedo al rechazo, ¡lo hemos sentido todas! Pero la verdad, merece la pena ser auténtico. Vivir negándote solo te llevará a sentirte como un capítulo de «La Rosa de Guadalupe», y nadie quiere ese drama.
Y si tu amigo no se aclara… paciencia
Si tienes un amigo que se define como hetero-curioso, lo mejor es hablarle con cariño. Dile que está bien ser quien es, y que no pasa nada por aceptar que quizás es bisexual o gay. Pero ojo, no fuerces la conversación. A veces, la gente no está lista para aceptar lo que siente, y presionarlos puede terminar en un malentendido. Como siempre digo: cada cosa a su tiempo.